¿Como participo en la lectura?
Lo que vamos a exponer es una invitación a hacer un trabajo de investigación y a inquirir en nuestras realidades referidas al campo psicológico, donde podamos darnos cuenta si hay o no equilibrio en nuestras emociones y si hay o no una posibilidad encontrar dicho equilibrio emocional.
Si tenemos interés en investigar y descubrir si es posible un estado sin contradicciones, es importante comenzar por darnos cuenta de la forma en que leemos esto, como así también, como escuchamos lo que escuchamos, como vemos lo que vemos.
Darnos cuenta si uno lo hace desde una actitud de espectador o de actor.
Si uno está en posición de actor, significa, que no dá nada por sentado, aprobando lo expuesto, ni negando o rechazando, sino que participa al inquirir, con un cierto grado de escepticismo y de duda.
Siendo lo importante descubrir por uno mismo qué hay de verdad o de falsedad en lo expuesto.
Si queremos investigar algo tenemos que darnos cuenta si lo realizamos desde un estado de libertad o desde nuestros particulares prejuicios.
¿Puedo hacer una investigación de las causas que dan origen a los desequilibrios emocionales que pueda tener, si lo estoy indagando con mi carga de condicionamientos?
Saber si puede haber una investigación o no, cuando observo desde el condicionamiento, es una pregunta muy interesante y básica para hacerse uno, al comenzar un trabajo de esta índole.
Cuando estamos condicionados por: creencias, ideas, preconceptos, dogmas, métodos, técnicas, una filosofía determinada, paradigmas, creencias populares, ilusiones, imaginaciones, condicionamientos: raciales-familiares-religiosos-culturales-ambientales-sociales; por tradiciones, por nacionalismos, por conceptos astrológicos, por las propias experiencias y vivencias; ¿lo que vemos en nosotros no es producto de todo ese bagaje de condicionamientos?
Si uno observa un poco, puede descubrir que uno es un sin fin de condicionamientos, y ellos acaso, ¿no modulan, dan forma, determinan los pensamientos, los sentimientos, las acciones que tenemos y por ende pueden ser la base de nuestra desarmonía?
A veces tenemos una idea muy fuerte de nosotros mismos, nos creemos únicos, diferentes y hacedores de todas las cosas. De esta manera, asumirnos como un “ser condicionado”, es decir, que lo que pensamos está determinado por un sin fin de causas, es algo que no se quiere o que nos cuesta aceptar.
¿Se puede dejar el condicionamiento de lado?
Y si así fuera, ¿cómo se lo deja?
El condicionamiento aparece en los contenidos de nuestros pensamientos y de nuestras emociones, por lo tanto ¿qué pasa si hay un ver y un escuchar, dejando de lado el pensamiento?, o sea sin interpretar, sin comparar, sin juzgar, sin justificar, sin analizar.
Nos referimos a percibir el movimiento interno y externo de la vida sin el pensamiento.
En ese caso ¿no hay un ver y escuchar puro, objetivo, libre?
Parece muy difícil, pero tal vez solo sea cuestión de quedarse, de experimentar, dándose un tiempo para estar observando cualquier cosa, el vuelo o el canto de un pájaro, las nubes pasar. Y si eso es posible, entonces, llevar esa actitud a los procesos internos.
En esa observación, despojada del condicionamiento, hay un estado de ser, donde la persona puede ver, escuchar, percibir las cosas, con una mente libre, objetiva, clara, donde puede descubrir algo nuevo, que habilite comprensiones profundas, siendo estas las que generan el cambio en nuestras maneras de pensar, sentir, actuar.
Es importante, también darse cuenta si uno lee de corrido o quedándose en un punto o volviendo a releer desde la inquietud de comprender visceralmente.
Uno puede leer, como para atesorar, tener, algún concepto que le pueda resultar útil, para posteriormente aplicar y pretender que ese concepto resuelva su problema.
O en lugar de esto, se puede leer con un espíritu investigativo, atento a los sentimientos que en el momento de la lectura se están generando, es decir, en un aquí y ahora, desde el interés por comprender los procesos que hacen a la persona y sus relaciones.
Si se lee queriendo incorporar conocimientos; en ese caso, lo que sucede es un proceso mental, restringido solamente al campo intelectual.
Una comprensión de ese tipo genera un rango de cambio pequeño, limitado.
Por el contrario, si hay un proceso vivencial, atento a lo que en uno va ocurriendo, en todo su ser, en el preciso instante de leer algo, esto puede habilitar una transformación radical.
Es importante descubrir en uno, si se opera desde el campo de las ideas, que son las abstracciones de las realidades, o si se opera en los hechos, que son las cosas concretas de la vida, que es lo que se siente, lo que se piensa y lo que se hace.
Cuando estamos en los hechos, que es la vivencia, puede haber una comprensión transformadora.
Si queremos investigar, cada persona tendrá que hacerse preguntas y quedarse con ellas, dejándolas que actúen; lo que da lugar a conocerse uno mismo, a darse cuenta del trasfondo de nuestros pensamientos, de los sentimientos, de las acciones, de las situaciones que se generan en las relaciones que hacemos con otras personas, con el dinero, con el sexo, con el conocimiento, con las creencias, con la comida.
El darse uno cuenta del trasfondo, de las raíces que hay en cualquier situación de vida y dar lugar a que termine ello de operar, es lo que puede permitir equilibrio emocional.
Estamos diciendo de leer como también escuchar, entregados en cuerpo y alma, dándonos cuenta, que de esta forma, no estamos haciendo un trabajo fragmentado, porque en este caso lo único involucrado es el pensamiento racional, o sea nuestra parte intelectual.
Si operamos desde un fragmento de nosotros, las comprensiones también serán fragmentadas y no generan el cambio radical necesario para dar lugar al equilibrio emocional.
Estamos hablando de aprender el arte del vivir y que tal vez sea, simplemente: aprender a ver y a escuchar.
¿El equilibrio emocional, existe o es una utopía?
¿Puede alguien dárnoslo, alguna técnica, algún maestro, un sistema, unas gotas de algún preparado, algún libro, un viaje místico, la oración, un ritual chamánico?
¿Es que el equilibrio emocional depende de un factor externo, o él depende de un profundo y arduo trabajo de conocimiento propio?
Para uno conocerse, lo primero es hacerse cargo de las propias realidades que se expresan en el campo psicológico, en los vínculos, en la vida laboral.
Es a partir de aceptar e investigar las causas profundas de los conflictos que se generan, aquellas razones de las que hoy no soy consciente, lo que hoy no sé, en lo que no sé, están las motivaciones que subyacen a cualquier afectación.
Nos inclinamos muy fácilmente a buscar las soluciones afuera, hay una inclinación innata de las personas, en buscar algo que resuelva la “cosa”, y sobre todo en forma rápida, sin ningún trabajo interior. Eso puede ser viable para el campo de las cosas prácticas, concretas, pero trasladar esa forma al ámbito psicológico es algo inconducente, o tal vez es conducente a más conflicto.
Hay un chiste que es elocuente en cuanto a lo que estamos hablando: había una persona que perdió las llaves de la casa en medio del campo, y está buscándolas debajo de un farol en la calle, pasa alguien y le pregunta que le sucedió, el personaje cuenta lo sucedido, y el otro le pregunta porque busca las llaves ahí, cuando las perdió en medio del campo, y el le dice porque aquí hay más luz.
Nosotros hacemos algo parecido, buscamos la solución a nuestros problemas en otro lugar del que sucede, que es dentro nuestro, el problema contiene la solución.
¿Encontramos el equilibrio buscándolo, o éste sucede espontáneamente, en forma natural cuando solo nos atenemos a lo que “es”, es decir, el desequilibrio que impera en nosotros mismos?
¿No será que hay desequilibrio por anhelar el equilibrio?
Uno reacciona deseando lo opuesto de lo que se expresa en nosotros, y desea un estado de paz interior.
El deseo de algo diferente nos habla de un estado de insatisfacción y de no saber convivir con lo inestable, lo mutante, con los desafíos, con lo desarmónico, con el caos, con las situaciones de crisis que por más que queramos existen en la vida.
En general reaccionamos frente a aquello que perturba y esa reacción es bien vista, como algo saludable, lógico, propio de una persona con una sana inquietud.
Si uno observa, puede llegar a descubrir que la reacción a algo que me perturba, (quejarse, enojarse, agredir, argumentar sobre ello, buscar el opuesto a lo que sucede), implica un rechazo, una resistencia a algo que se expresa en nosotros.
Al hacerlo se pueden generar ciertos cambios, pero si observamos un poco más, nos podemos dar cuenta que la reacción está gestada en la misma mente que gesta el conflicto.
Cuando uno percibe esa realidad, solo le queda a uno no hacer nada y solo puede observar vivencialmente lo que está sucediendo sin reaccionar.
El rechazo genera una lucha en uno, entre lo que se manifiesta y lo que deseo se manifieste; esto nos desgasta e insensibiliza.
Todo cambio en esas condiciones es parcial, relativo, y no se sostiene en el tiempo.
Por el contrario, si no reacciono, ni resisto y puedo convivir observando, descubriendo cómo se produce la afectación, puede haber una transformación armoniosa en uno mismo.
¿Puede haber un equilibrio emocional cuando hay contradicciones entre lo que pensamos, lo que sentimos, lo que hacemos, lo que decimos?
Ante esta situación lo que podemos hacer es darnos cuenta, porqué pensamos o sentimos de una manera y obramos de otra.
Tal vez descubramos que tenemos temor a hacer o realizar lo que se piensa, ya que nos da inseguridad realizar el cambio. Pero, ¿no nos da más inseguridad vivir en la contradicción, con todas las consecuencias que ello genera?
¿Puede haber equilibrio emocional cuando hay desorden en nuestra vida diaria, es decir horas de sueño, tipo de alimentos que ingerimos, si consumimos excitantes del sistema nervioso, como: cafeína-alcohol-drogas legales e ilegales-tabaco-azúcares-etcétera?
¿Puede haber equilibrio emocional, si no realizamos: actividades físicas y expresivas, si miramos mucha TV., si hacemos demasiada vida social, si no nos damos tiempo para estar a solas, contemplando lo que sucede internamente y externamente?
¿Puede haber equilibrio emocional si estamos alejados de la naturaleza o no nos damos un tiempo diariamente a estar en ella, aunque sea en una simple plaza?
¿No es la naturaleza por si misma una fuente de energía, que nos sensibiliza y equilibra, que nos da la posibilidad de ampliar nuestra mirada, con una cosmovisión mayor?
El cambio, ¿no sucede en el momento que asumimos nuestra realidad, siendo vulnerables a ella, aceptándola en forma activa, habiendo un cuestionamiento, una cierta rebeldía, que no es resistencia frente a lo que se nos manifiesta y habiendo también una cierta humildad y coraje?
Una actitud de esta naturaleza ya es un cambio profundo en uno y es el principio de un estado de equilibrio emocional.
Rebelarse es darse cuenta desde todo el ser que algo no puede continuar, algo que acepto que sucede y soy; en cambio resistir, es no tolerar, no aceptar algo que somos, es no querer verlo, ni asumirlo.
Tal vez minimizamos el cambio que se genera, porque creemos que el valor y la factibilidad del cambio pasan solamente por nuestras acciones, y el esfuerzo que conllevan.
A lo que nos estamos refiriendo es al cambio que es producto de la comprensión.
Esta comprensión es la que genera nuestra transformación y no nosotros que somos el problema.
¿Será que estamos tan habituados a vernos a nosotros y al mundo en un profundo desequilibrio emocional, que termina siendo casi ya normal?
¿Es que es idílico pensar en un estado de conciencia con equilibrio psicológico?
Creer que es posible y creer que no es posible, es lo mismo.
¿Qué sucede si miramos sin ninguna creencia y nos entregamos a esta experiencia, jugando con ella, viviéndola en toda su dimensión, con un espíritu de aventura, de rebeldía frente a tanto condicionamiento y a tantas formas enquistadas, mecánicas?
¿Podemos observar todos los procesos internos con interés y un profundo fervor por ver si es posible vivir de otra manera, o hay una actitud de resignación, de descreimiento de la posibilidad de cambio que puede generar la comprensión de lo que subyace?
A la meditación en sus orígenes se la entendía como un estado de observación, sin opciones.
Es decir, descartando por ejemplo: “esto me gusta, esto no me gusta”; “no quiero verme como soy y quiero ser de tal manera”, “esto lo acepto aquello lo rechazo”.
O sea, libres del deseo de encontrar algo diferente a lo que “es”; sino justamente viviendo lo que “es”, dejándolo que se exprese y dejarnos abarcar en todo lo que somos, atentos y perceptivos.
Es una observación creativa y transformadora, cuando somos lo que observamos, es decir no nos separamos de lo observado, uno es lo que sucede interna y externamente.
Veo un perro correr y chumbar a las ruedas del auto, vuelvo a pasar y el perro vuelve a hacer lo mismo, tantas veces pase, tantas veces el perro hará lo mismo, y me descubro en la actitud del perro, descubro mis respuestas automáticas, las mismas respuestas frente a los mismos desafíos.
Me doy cuenta de la mecanicidad, de los hábitos, me descubro en un perro, como me puedo descubrir en cualquier cosa viviente.
Si estoy atento me descubro en los otros, para ello tengo que dejar de enjuiciar a los otros y a mi mismo, eso no significa que dejare de percibir el conflicto, pero una cosa es percibir el conflicto y otra es enjuiciar.
Uno es el mundo y el mundo es uno, por lo que si hay plena atención sin opciones, podré darme cuenta de cómo funcionó, podré conocerme, y si hay conocimiento propio hay equilibrio emocional.
De esta forma la meditación puede ser la herramienta que habilita el equilibrio emocional, por terminar con lo que “es”, o sea el desequilibrio emocional.
¿Podemos estar atento a si meditamos para….?
Si hay un para, hay un deseo y por ende una división entre lo que soy y lo que anhelo ser, entre lo que nos sucede y lo que anhelamos nos suceda y por lo tanto nada se resuelve, sino por el contrario las cosas se agravan.
¿Podemos investigar, más allá de las palabras, que es la materialización del pensar con su carga de condicionamientos, recuerdos, experiencias, vivencias?
Si investigamos desde las palabras, siendo éstas un símbolo de la cosa y que no son la cosa, seguimos mirando en forma fragmentada, parcial, separada.
La palabra objetiva, es decir pone afuera la cosa del que la está expresando, lo aparta a uno de la vivencia.
¿Puede haber observación del movimiento interno sin palabras?
Ver libres de la palabra, es observar la perturbación, la afectación que en un determinado momento podamos sentir, sin catalogarla, sin definirla, por ejemplo llamándola: tengo miedo. Si excluimos la palabra solo hay vivencia, solo hay un movimiento interno de diferentes situaciones, que se van desplegando, hasta que tal vez todo termine.
Habiendo llegado hasta aquí, solo lo que queda, es darnos un tiempo, para estar a solas, en silencio, con todo aparato a nuestro alrededor desconectado, solo observando, vivenciando, atentos al fluir de las cosas internas.
Atentos a todo el movimiento interno sin elección alguna, dejando también de lado la verbalización, o sea el nombrar las cosas que se vivencian.
Es estar atentos, perceptivos, sin juzgar, aprobando o desaprobando lo que vemos, sin justificar lo que sucede en nosotros.
¿En ese estado no hay libertad, paz interior y equilibrio emocional?
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