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El Gozo Del Vivir








Hay muchas acepciones para definir el estado de salud. Se dice que ésta no es la ausencia de enfermedad sino un estado de vitalidad y alegría de vivir. También podemos decir que es la capacidad que el ser humano tiene de percibir la totalidad de la vida, es decir ver el dolor y el sufrimiento, no negarlo y aprender a convivir creativamente con ello, pero también poder ver la belleza, el amor, el cuidado y la posibilidad que tenemos de sorprendernos ante lo simple y lo pequeño.

Para muchos la vida es: problemas, situaciones difíciles, adversidad, desdicha, lucha, sufrimiento. Dificultades en los vínculos afectivos, padres con hijos, hermanos entre sí, maridos y esposos, jefes y empleados, compañeros de trabajo. También los conflictos que cada uno tiene consigo mismo: el desorden en el comer, el disconformismo frente a la tarea laboral, las pocas horas de sueño, la actividad física que se hace en demasía o que no existe, las horas vanas (mirando televisión en exceso, o comprando en el shopping, chateando o navegando por Internet). A esto se agrega el conflicto que hacemos con ciertos vínculos, como con: el dinero,  el sexo, la tecnología, las redes sociales, los deportes, la política, la salud, el aspecto físico que tenemos, etc.

Sin embargo ver la vida de esta manera es tener una mirada parcial. Es ver el árbol y no el bosque. Ver el árbol es ver las dificultades y el sufrimiento que éstas nos generan, estar focalizado solo en lo inmediato y ver el bosque es ver la totalidad, es ver TODO.

Ver TODO significa ver las dificultades y también las oportunidades, saber que hay dolor y que también existe la dicha y la posibilidad de conexión con el gozo de vivir.

El gozo de la vida significa tanto… Es saber apreciar la belleza. Ésta no solo está en lo estéticamente aceptado como tal socialmente. La belleza es todo lo que puede asombrarnos, visto con una mirada inocente, de niño.

¿Podemos gozar de las pequeñas cosas de la vida? ¿Somos capaces de sorprendernos? ¿Qué significa gozar la vida?


Es esperar cada año la flor que brota del cactus y que tiene solo 1 día de vida. Es la sonrisa de un niño que pasa cerca de uno. Es saborear una comida sana y rica hecha con afecto, con cariño. Es ver la diversidad en cada ser humano y asombrarse por ello, sin juicio. Es disfrutar del momento en que se produce una buena comunicación con el otro y de la energía que eso genera. Es ver el afecto de un hijo por sus padres y viceversa. Es escuchar una música armoniosa. Es limpiar la casa, es tejer la mantilla para el bebé que va a nacer, es amasar un pan, es recoger flores para adornar la casa, es ver sentado en un bar, como un pájaro da de comer a su pichón en la boca, las migas de pan que quedan en la mesa vecina. Es contemplar el árbol del jardín sin más que verlo, apreciando sus nuevos brotes, sus colores, su tronco y sus ramas. Es sentir la suave piel de un bebé, es recibir el abrazo de un amigo. Es llegar a casa después de un día agitado, es apreciar el silencio luego del barullo, es respirar acompasadamente, es sentir los pies descalzos en contacto con la tierra, el césped, la arena, el agua o el piso de la casa.

Hay tanto para gozar…


Sin embargo nos cuesta saber apreciar lo de todos los días, aquello simple, pequeño, que no por pequeño carece de grandeza.

Para muchos disfrutar o gozar es gastar en hoteles lujosos, restaurantes caros, ropas de marca, autos costosos. Pareciera ser que el gozo de lo simple es solo para los animales. El ser humano ha perdido el sentido de lo sencillo. Tenemos demasiados estímulos y cada vez necesitamos mucho más para poder disfrutar o gozar y en verdad ese gozo está más relacionado con el “tener”.

Se trata de disfrutar y gozar solo por el hecho de estar vivo, por mirar un cielo, una noche de estrellas, por la suavidad, por la delicadeza que hay en la vida, más allá de la violencia y la brutalidad, que también existen. No se trata de imponerse una forma de ser, o “ser gozoso”, se trata de ver que le impide a uno percibir aquello “simple” aquello “sutil”. Estamos demasiado inmersos en nuestro “mi mismo”, en nuestra necesidad de ser valorados, queridos, en buscar la seguridad. Cuando vemos esto sin juicio, como cuando miramos un árbol, cae por sí misma esa actitud esa forma de ver y sentir y es posible entonces poder ver la gota de agua sobre la hoja del malvón y sentir mucho placer por ello.

No todo en la vida es dolor y sufrimiento. Tampoco todo es alegría. Es TODO y justamente necesitamos conectarnos con eso, con la totalidad y no perder en medio de tanta confusión y tumulto la capacidad de celebrar, de disfrutar estar vivo.

Nos enfrentamos con un mundo, por un lado, donde pareciera que se es serio y responsable si hay estrés, tensión, dolor y por otro lado está el hedonismo del disfrute porque sí, sin el cuidado por la salud y sin el cuidado por lo que a uno le rodea, las personas y el medio ambiente . Se trata de saber apreciar lo pequeño con gratitud, lo de todos los días, con humildad y con respeto por todo lo existente. Valen aquí las palabras del poeta Walt Whitman:

“Me celebro y canto a mí mismo, y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti, porque lo que yo tengo lo tienes tú y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también”…  “estoy satisfecho: veo, danzo, río, canto…”

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